A opinión de Míguel Mosquera Paans: ” Ajeno “

Miguel Mosquera Paans, escritor

Considerando que la transición de la prehistoria a la historia tiene lugar con la aparición de la escritura, y no constando en Galicia ningún alfabeto anterior al latino traído por Roma, se puede afirmar que los primeros esbozos de la historia gallega comienzan con la presencia de Décimo Junio Bruto Galaico alrededor del año 132 a.C., aunque se establezca como fecha definitiva de la ocupación del territorio en el año 9 a.C.

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Si hay un argumento, entre muchos, que facilitó la magnitud temporal del imperio romano, además de su carácter ecléctico, fue el análisis conciso de todo aquello con cuanto entraban en contacto. De este modo, cada expedición de exploración avanzaba siempre por caminos sin trillar con un grueso formado por legión en compañía forzosa de un geógrafo, naturalista o historiador que, ejerciendo el papel de cronista, tomaba nota minuciosa de cuantos pueblos hallaban a su paso, sus costumbres, religiones, divinidades, estructura social, etc., prestando especial atención a su denominación, identificando por su nombre, por ejemplo, a la extensa lista de tribus habitantes del noroeste peninsular.

Estrabón fue el historiógrafo encargado de describir a los galaicos, callaicos o kallaikoi, de lo que en su momento constituyó originariamente Gallaecia, formada por los territorios que en la actualidad comprenden Galicia, el norte de Portugal hasta el Duero, Asturias y las provincias de León y Zamora. Lo cierto es que entre sus costumbres jamás mencionó que los galaicos encendieran lamparitas dentro de calabazas para celebrar el día de difuntos. Tampoco mencionó en el siglo V el obispo Hidacio tal práctica, a  pesar de ser más proclive a este tipo de observaciones, ni tampoco las apreció en los pueblos germanos que fundaron en el 409 el reino suevo.

Pero si hay un motivo por el que ni entonces ni después, hasta el año 1492 nadie pudo alumbrar calabazas en Galicia, es por la sencilla razón de que en la península Ibérica apenas se disponía de estrechos y delgados calabacines usados como vasija —y cantimplora icónica de los peregrinos, donde por su forma difícilmente podía practicarse una linterna—, que guardan mayor relación en especie y taxón con el pepino Dicho de otra manera, la calabaza como tal llegó a Sevilla a partir del siglo XVI. Convertidos a partir de entonces en policía político religiosa que vela por la pureza de las costumbre católicas en contra de cualquier sombra de judaísmo, paganismo o herejía, ni la Santa Hermandad ni el Santo Oficio, con jurisdicción en todos los reinos de la Monarquía Hispánica, recogen en sus actas la práctica de encender luminarias en calabazas ni por difuntos.

En 1541, en las Constituciones Sinodales , menciona el obispo de  Mondoñedo  que tienen los vecinos por costumbre en el día de los finados, que es el otro de todos los Santos, comer, beber y poner mesa dentro de las iglesias, con jarras y platos en los altares, haciendo aparador de ellos.

Refiere la Galicia Diplomática de 1883,  que aún en 1586 se celebraba una orgía anual el 2 de noviembre, dedicada por las familias a sus  muertos, inhumando en las iglesias y atrios los cadáveres, celebrando banquetes en honor a los difuntos. Llegados al siglo XIX, con el Resurgimiento de la cultura gallega y a pesar de ciertas licencias históricas romanticistas, etnógrafos como Pérez Placer o Saíd Armensto, hacen descripciones profusas y precisas sobre una Galicia donde se cocinaban castañas y bebía vino nuevo, dejando en la mesa un plato para el difunto, en la que tampoco se alumbran calabazas. 

Ya entrado el siglo XX ni con Primo de Rivera,  la República o el franquismo se menciona tal. Menos en el último, donde para evitar trasiegos de maquis y comunistas se prohibió el nomadismo, las celebraciones y reuniones nocturnas, incluso en carnaval, impidiendo encender luces en calabazas que  la generación del baby boom, sus padres, abuelos y bisabuelos jamás vieron. A Galicia le sobra identidad y tradiciones sin necesidad de importar un Samaín del todo irlandés.


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