Juanjo Nogueira: “O Carballiño, Fiesta del Pulpo del año 2050”

Juanjo Nogueira. Investigador de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid.


La alarma del despertador me sobresalta, aunque llevo despierto casi dos horas ahogándome en mi propio sudor. Hace un calor insoportable y dormir es una tarea imposible. Son las ocho de la mañana del sábado 13 de agosto de 2050. Mañana es la Fiesta del Pulpo. Aunque ya nadie la espera con tanta ilusión como antes. Hace 12 años que está prohibido ir al parque a comer o a disfrutar de cualquier tipo de celebración. La última vez que se permitió, en el año 2038, fallecieron más de un centenar de personas por golpes de calor y deshidratación. Durante los últimos años, la fiesta se ha limitado a una comida familiar en casa. A veces es posible conseguir algo de pulpo; otras veces no. La drástica acidificación de los mares en las últimas décadas ha afectado a muchas especies marinas, y el pulpo es una de ellas. De hecho, está en peligro de extinción y su captura está estrictamente regulada. A lo largo de la mañana me acercaré a la plaza de abastos a ver si tengo suerte. Ya hace tres semanas que no tienen pulpo, aunque me
han dicho que quizás hoy lleguen unos cuantos quilos.

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Cojo mi móvil de la mesita de noche para comprobar la temperatura. Estamos a 42 grados y a las cinco de la tarde llegaremos a los 54 grados. Todo indica que será uno de los días más calurosos del año. Tengo la tentación de encender el aire acondicionado, pero rápidamente desecho esa idea de mi cabeza. Es mejor reservar el aire acondicionado para las horas más calurosas del día. El gobierno ha limitado el consumo mensual de electricidad a 100 kWh por cada vivienda. Eso apenas da para los servicios mínimos, así que es mejor administrarse de manera inteligente. Además, la factura de la luz está por las nubes. A pesar de las limitaciones de consumo impuestas por el gobierno, la factura de la luz crece incesantemente. El mercado energético está fuera de control desde hace muchos años y la Unión Europea parece estar conforme con la situación. El mes pasado pagamos 350 euros y parece que aún no hemos tocado techo. Muchas personas no pueden permitirse ese despilfarro y, como consecuencia, un elevado número de familias no tienen electricidad en sus casas.

Esta mañana me he levantado temprano para ir a correr al parque. Hoy nos toca a las personas cuyo primer apellido empieza por la letra N. Hace unos años el ayuntamiento construyó un corredor cubierto de un quilómetro a lo largo del río, cuya atmósfera está controlada artificialmente para que su temperatura sea de 25 grados y su composición sea la adecuada.
Cada día pueden utilizar el corredor las personas cuyo apellido empiece por una letra
determinada. Es la única manera segura de hacer deporte fuera de casa. Desde hace varios años, salir a correr al aire libre de manera habitual es prácticamente un suicidio. No solo por las altas temperaturas, sino también por la elevada polución del aire y la alta intensidad de la radiación ultravioleta. La contaminación atmosférica ha hecho que los casos de cáncer de pulmón hayan aumentado alarmantemente en la última década. El número de bebés que nacen con malformaciones o problemas cognitivos también se ha disparado. Resulta que los contaminantes del aire son capaces de entrar al torrente sanguíneo de las mujeres embarazadas a través de los pulmones, y de ahí pasan al feto. Esto ya se sabe desde hace muchos años, pero nunca se hizo nada. Siempre hemos ignorado a la ciencia, y seguimos haciéndolo. El número de casos de cáncer de piel también ha crecido drásticamente debido a la altísima intensidad de la radiación solar. Todo esto ha hecho disminuir la esperanza de vida hasta los 67 años. Los españoles morimos a la misma edad a la que no hace mucho tiempo nos jubilábamos. Lo más triste es que la edad de jubilación sigue siendo la misma, así que hay muy poca gente que llega a disfrutarla. Al fin y al cabo, hay que seguir produciendo para seguir consumiendo. El mercado por encima de nuestra salud, como siempre ha sido y siempre será.

Salgo a la calle y bajo por la Avenida del Balneario, dirigiéndome al corredor artificial del parque para correr durante la hora que me está permitida. Casi no hay tráfico en la calle; solamente veo dos coches eléctricos. Ahora son los únicos coches que se fabrican. Hace siete años que todos los países de la ONU llegaron al acuerdo de prohibir la fabricación y el uso de coches que se alimenten con combustibles fósiles como la gasolina. Fue una decisión acertada, aunque se tomó demasiado tarde, cuando las consecuencias de la emergencia climática ya estaban fuera de control. Ahora ya casi nadie tiene coche. La escasez de los materiales semiconductores necesarios para fabricar los chips de los coches eléctricos ha hecho que los precios sean absurdamente elevados. Solamente las personas muy pudientes pueden permitirse comprar un coche. Y no digamos ya enchufarlo a la corriente eléctrica para cargarlo.

Después de correr me siento más relajado. Es la única hora del mes que puedo respirar aire sin contaminar. Me dirijo a la plaza de abastos para ver si consigo un poco de pulpo. Solamente hay un puesto que lo vende. Cuando llego veo que hay una cola interminable que sale del edificio y llega hasta la Plaza Hermanos Prieto. Recorro la cola pacientemente y me pongo al final sin demasiada esperanza. Después de casi dos horas de espera por fin me toca. Parece que hoy es mi día de suerte. Le pido a la pulpeira dos quilos de pulpo, pero me contesta que solo me puede vender un quilo. Me explica que este año han limitado aún más la cantidad de pulpo que puede comprar cada persona. Acepto el quilo un poco frustrado, sobre todo cuando lo tengo que pagar a 140 euros. Sin embargo, me tengo que conformar con el pequeño botín conseguido puesto que llevo tres años sin comer pulpo. Somos cinco en casa, así que podremos saborear 200 gramos por persona. Algo es algo

De camino a casa, en la Calle Martínez Avellanosa, paso por delante de un edifico abandonado, en cuya fachada descansa un cartel medio desteñido de la Fiesta del Pulpo de 2022. Mis pensamientos viajan frenéticamente al pasado; me acuerdo perfectamente de aquel año. Fue el año en el que el gobierno se vio obligado a imponer restricciones energéticas por la crisis causada por la invasión de Ucrania. Además, dichas restricciones tendrían el efecto secundario deseado de aliviar ligeramente la crisis climática y, sobre todo, de concienciar a la sociedad. Sin embargo, muchas personas no aceptaron esas restricciones. Limitar la temperatura del aire acondicionado a 27 grados y apagar las luces de los escaparates de las tiendas por las noches les parecía un atropello propio de una dictadura. Incluso algunas Comunidades Autónomas fueron al Tribunal Constitucional para tirar abajo las nuevas medidas del gobierno. Querían defender con uñas y dientes su derecho a contaminar sin mesura y a arrasar todos los recursos naturales del planeta. Debían creer que el derecho a contaminar era un derecho constitucional. Aquella
época me parece ahora irreal. Hoy en día, casi 30 años después, las medidas propuestas por el gobierno de 2022 serían aceptadas con los brazos abiertos por cualquier persona; incluso por los negacionistas más radicales. Sin embargo, fuimos muy estúpidos y reaccionamos de manera irracional. Muchos pensaban que la emergencia climática era un relato de las fuerzas políticas de izquierda, y no un problema real que nos acabaría afectando a todos, incluso a los que piensan que todo se puede arreglar con dinero. Hoy en día ya no existe solución; el planeta se está destruyendo de manera irreversible. Ya quedan pocos placeres de los que poder disfrutar.
Un poco de pulpo es uno de ellos.


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