A opinión de Míguel Mosquera Paans: ” Inmaculada decepción “

Miguel Mosquera Paans, escritor


Un año más, como viene siendo habitual por estas fechas, se conmemora la onomástica constitucional, festividad del todo laica y civil, seguida de la Inmaculada Concepción, manifiestamente religiosa, que permite enlazar una serie de días laborales y festivos para dedicarse a la holganza, al menos para algunos.

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No deja de llamar la atención que continúen amparándose solemnidades que sólo atienden al interés de una facción de la sociedad ―en su mayoría autoproclamados católicos no practicantes, que es como decir sindicalistas, matarifes o funambulistas no practicantes―, desoyendo desde las instituciones que, al hecho de ser el Estado aconfesional y laico, se une el agravio comparativo de muchas otras confesiones legalmente constituidas a las que, sin embargo, no se les reconoce festividades. Ni decir ya a los no creyentes ni a los ateos, absolutamente ignorados.

Pero lo más extraño es que los políticos más radicales, los del librillo hostil que vienen atizando desde la revolución bolchevique con la diatriba marxista de que la religión es el opio del pueblo, guardan el más absoluto mutismo al respecto, apuntándose, eso sí, a los beneficios que aporta disfrutar de un puente que, como es el caso de este año, para algunos se alargó desde la tarde del viernes hasta casi el viernes siguiente. Una incoherencia más que se suma a las ya vistas por quien, a lo que se ve, acaba siendo como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Porque si hay a quien le llama la atención que desde el Ministerio de Igualdad se haya aprobado una ley que deja por los suelos a las víctimas de violación y abusos, no menos llamativo es la ley de presumible protección animal, que los condena a la extinción sin defenderlos a ellos, a sus propietarios ni a nadie. Claro, el feminismo radical neomarxista ya tiene a todos acostumbrados a buscar el exterminio del hombre por aquello del gallo que viola a la gallina, pero lo que se hace cuesta arriba es entender qué bicho viviente, aparte de los insectos, pretende que vivan sobre la faz de la tierra.

Pero lo más curioso es que no es consecuencia de una falta de formación. Frente a otros radicales, al parecer no tan sobrados de formación académica, la mayoría de los diputados de Unidos-Podemos tienen estudios superiores. La Ministra de Igualdad, sin ir más lejos, es licenciada en psicología y máster en psicología de la Educación, al igual de Ione Belarra. Pablo Echenique es un físico teórico, doctor en Ciencias Físicas. Gabriel Rufián es diplomado en Relaciones Laborales y máster en Dirección de Recursos Humanos. Yolanda Díaz es licenciada en Derecho, mientras el ausente Alberto Garzón ―ese gran desconocido―, es licenciado en Ciencias Económicas y máster de Economía Internacional y Desarrollo, y así se podría seguir ilustrando todo el muestrario. Por eso cuesta tanto entender cómo estos preclaros políticos, tan polarizados a cualquier atisbo religioso, nunca hayan protestado contra las celebraciones confesionales, que por otro lado tanto tiempo de ocio les aporta.

Quizá en el fondo es que lo que buscan siempre es descalificar al que no comulgue con su rueda de molino, al que estuvo antes e hizo algo, o que, siendo una minoría, son muy conscientes de que la mejor manera de seguir calentando escaño es practicando el divide y vencerás, aunque sea a costa de la convivencia y bienestar de todo el país.

Seguramente por eso acotaron con tanta destreza la Ley de Desmemoria Democrática, y ni la empezaron en 1932 ni la acabaron en 1976 sino de 1936 a 1978, pese a que en 1977 ya había un Congreso de los Diputados multipartidista salido de unas elecciones libres, y se hubiera aprobado una Ley de Amnistía General. No es una cuestión baladí. El mayor parque de viviendas de protección oficial, la mayor infraestructura hospitalaria; la construcción de todos los grandes embalses, las primeras centrales nucleares, la electrificación del país, la escolarización obligatoria, el plan del 62, al que sólo se acercó la fugaz LOGSE, la comunicación por carretera y la generalización de la automoción. La incorporación de la mayoría de los ciudadanos a la clase media… Sí, para qué renunciar a las ventajas de las herencias espurias.


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