Miradas de Emilia Pardo Bazán

Carlos Fernández

En memoria de Merce

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En mayo de 1921 moría en Madrid Emilia Pardo Bazán. Con motivo del centenario de su fallecimiento se están celebrando este año muchos actos en torno a la vida y obra de la escritora. Desde mediados de mayo cuelgan en las escaleras del Concello do Carballiño las fotografías que se la asociación Potiños agrupa bajo el título “Miradas de Emilia Pardo Bazán no Concello do Carballiño”. Las veintisiete fotos nos asoman a los lugares que la novelista pudo ver a lo largo de esos quince años (1868-1883) en los que visitó la villa y sus aledaños durante los meses de verano y las fiestas de septiembre.


La mayor parte de esos lugares son los que encontramos en El cisne de Vilamorta. Unos son de carácter urbano, como la magnífica casa de los Quiroga en la Plaza Mayor, con sus amplios espacios, altos techos, muebles torneados y la cocina económica ocupando el lugar de las viejas lareiras. Desde su balconada corrida nos asomamos con doña Emilia para ver la Casa Consistorial, sentir la algarabía de la fiesta, disfrutar de los fuegos de artificio o para contemplar la lluvia que embarraba la calle principal y la plaza mayor. También podemos caminar por el barrio de Flores como lo hacían sus personajes literarios. Lamentablemente, alguno de esos lugares ha desaparecido recientemente, como el magnífico edificio Soto, antiguo Casino. Y otros, como el Balneario levantado en 1900, con su magnífica fábrica de sillares y arcos doblados, su espléndido lucernario acristalado y sus glicinias y hortensias, habrá sido quizá visitado por la escritora en 1912, cuando viene a la villa con motivo de las exequias de su marido, José Quiroga.


La novelista conoció también enclaves situados en el medio rural, pues la familia Quiroga tenía varios pazos en las proximidades de O Carballiño. El que se recrea en El cisne de Vilamorta es el de Banga (Las Vides), con su soberbio escudo, sus barricas de vino y su gran lareira con muebles rústicos. Próximo está el pazo de Cabanelas, cuyos muros de sillares engatillados y sus balconadas abalaustradas abiertas al paisaje del Ribeiro nos hablan de un pasado esplendoroso. El de Vilameá, en O Irixo, algo más alejado, conserva algunos aperos de labranza de antigüedad secular que estaban en uso cuando muere doña Emilia y aún después.


Escribe Susan Sontag en su libro Sobre la fotografía lo siguiente: “Las fotografías se valoran porque suministran información. Dicen qué hay, hacen un inventario”. Estas, aunque no son de época, lo parecen, puesto que nos sirven para ir a la busca de un tiempo perdido, aquel que Emilia Pardo Bazán vivió en nuestra villa, y podemos así acompañarla por espacios y lugares que han mudado, unos más que otros, pero que son perfectamente reconocibles. Añade Susan Sontag: “Todas las fotografías son memento mori. Hacer una fotografía es participar de la mortalidad, vulnerabilidad, mutabilidad de otra persona o cosa. Precisamente porque seccionan un momento y lo congelan, todas las fotografías atestiguan la despiadada disolución del tiempo”. En efecto, algunas de estas fotos dan cuenta de la ruina de viejos puentes sobre el Avieiro y del derrumbe de gruesos muros por efecto del paso del tiempo y también por la incuria de los hombres.


Cuando la escritora muere en 1921 el mundo estaba experimentando una metamorfosis profunda. En Europa se estaba dibujando un nuevo mapa político, tras el cataclismo de la Gran Guerra. España sufre en Annual un gran descalabro en sus aspiraciones coloniales. Los científicos descubren ese año la insulina, que hubiera podido aliviar la diabetes de doña Emilia. En fin, en Galicia el régimen de foros está a punto de desaparecer y las familias fidalgas ya no lograrán mantener todos sus pazos en pie. El mundo de la escritora y el de sus novelas se disolvía a gran velocidad. Estas hermosas fotografías levantan acta de ese momento.